Hace tiempo que mi buen amigo, el Doctor en Historia Jesús carrasco, viene diciendo que el turismo va a matar al turismo. Sé que es una afirmación discutida y discutible; lo acepto, pero los hechos son los que son.
El aumento del nivel de vida en algunas partes, (téngase el caso chino como ejemplo de lo dicho), unido al hecho de que hay lugares visitables que ahora son peligrosos, lo que impide diversificar la oferta turística, la banalización de la cultura, donde a mucha gente no le importa tanto comprender la historia, el arte y las costumbres de las personas que visita, cuanto hacerse una foto en el mismo lugar que el influencer de turno ha puesto en la diana, entre otras razones, están detrás de un problema que no para de crecer y que está convirtiendo a muchas ciudades en parques temáticos desnaturalizándolas.
Una afirmación que sirve también para muchos espacios naturales que todos tenéis en mente. Va a ser difícil hallar una solución que equilibre la balanza entre turistas y vecinos. De momento, los peor parados son los segundos que están siendo expulsados de sus barrios en beneficio de ese turismo desenfrenado. Las autoridades están tratando de encontrar la tecla adecuada (fijando aforos, poniendo tasas turísticas, limitando licencias a pisos de alquiler tipo Airbnb) pero no parecen dar con la solución, mientras que se enconan los ánimos. Es cierto que todo el mundo tiene derecho a viajar, pero también lo es que los vecinos no han de ser las víctimas de un turismo masificado.
Difícil papeleta que precisa una pronta solución que se antoja difícil. Ni lo uno, ni lo otro.